26-10-1928/04-12-2015
(de Hernan)
Noëlie,
Noëlie,
de todos los
viajes,
el mas emotivo fue sin duda alguna
llegar a
Marsella un fin de semana
para visitar el pequeño
puerto de La Ciotat.
Te parecía
tan increible que según me dijiste luego
« Creí que
nunca ibamos a llegar”
No era cualquier sitio,
era La ciudad.
Y sabes qué quiere decir
La Ciotat en provenzal ?
Eso : La Ciudad.
Te parecía
imposible
lo nunca
pensado :
que tú
después de tantos años
visitaras
la Ciotat donde nació tu madre.
Nos veo comiendo en el
Puerto de la Ciotat.
La luz viaja.
A distancia
para alguien que se
encuentre muy lejos de la tierra
digamos a muchos años luz
puede que esa luz que
estuvo con nosotros ese día en el puerto
aún no le llegue
y que desde ese punto de
vista aquella comida en el puerto aún no suceda
y este viajando como una
rayo que no cesa.
De todas tus estancias
la más memorable es la de
Cádiz.
Yo te observaba mucho.
Para los que pintamos
la luz escribe cartas.
Por ahí hay una foto tuya
como un cuadro de
Rembrandt:
madre leyendo la biblia.
Seguramente un salmo.
Viajes, todos tus viajes
cuantas veces París.
Merci, merci beaucoup,
maman...
***
(de Bernardo)
En
el día de tu entierro
Domingo 6 de
diciembre del 2015
Sabía que
este día llegaría, todos lo sabíamos, este día extraño, por lo
decir absurdo, por no decir imposible, en que ya no sería la vecina,
ni la amiga, ni la conocida, pero tú misma, querida madre, que
caerías fulminada en el baño, como tu propia madre, tan sola como
lo estuvo ella, tan solos como lo estamos todos cuando hay algo
importante en juego. Sabía que ese día llegaría en que un mensaje
me anunciaría que debía ser fuerte. Como también sabía que de
nada me serviría saberlo.
Y aquí
sigo, lejos como siempre lo estuve, tomando cursos de distancia,
tratando de aprender en vano tu muerte. Y aquí estoy como lo estamos
todos, reunidos en torno a ti, en este fin de mundo, el fin de tu
mundo, tan desamparado y perplejo y casi sin palabras, tratando de
olvidar que tú aún estas ahí, madre querida, y que ahora nos
estamos deshaciendo de tu cuerpo para volver a nuestras vidas, porque
es así como nos enseñaron, el precio que se paga por vivir, ese
olvido sagrado que es nuestro consuelo.
Hace dos
días soñé que te morías y que me decías, con una voz que ya no
era la tuya, que te dolía mucho, que te dolía demasiado. Al
despertar no puede dejar de pensar en el tono un tanto frío y
distante con el que me hablaste estos últimos días. ¿Por qué esa
frialdad y esa distancia? No lo comprendía. Ahora lo comprendo. A
esa cita que te había dado, el lunes 14 de diciembre, tú no
vendrías y no sabías como decírmelo. Como si tuvieras vergüenza
de tu muerte. “Déjame ir, hijo mío, no me
retengas”. Madre querida, yo sé que te
dolía mucho, y no sólo el cuerpo, sabía que todo te estaba
doliendo demasiado, y que en ese dolor estabas sola, como lo estamos
todos cuando hay algo esencial en juego.
Noëlie,
mucho de los que estamos aquí, en cuerpo o como mi hermano y yo en
alma, te queríamos, te queríamos intensamente, porque era imposible
quererte de otro modo, quererte a ti era quererte inmensamente. Como
ves, ahora te soltamos la mano y te dejamos partir. Ya no te retemos.
Ya no podemos retenerte. Y esta tarde, después de la ceremonia,
volveremos a nuestras vidas, pues es así como nos enseñaron, el
precio que se paga por vivir, ese precio que tú misma pagaste tantas
veces.
No
te imaginas cuanto llegué a quererte, y como desde muy temprano
identifiqué tu propia soledad con la mía. Lo que no es lógico ni
aconsejable. No te imaginas cuanto me cuesta soltarte la mano y
dejarte ir, madre mía. Pero no temas, sigue tu rumbo, descansa. En
mi dolor está mi amor, ese amor que mantiene mi mano aferrada a la
tuya a pesar de tu muerte.